Por
Oscar Mármol
| Ricardo García Blaya

ueño de un fraseo delicado y de buena afinación, interpreta el tango con esa media voz que fue sello de los años 40. Sin imitarlo, su fraseo nos recuerda por momentos a Ángel Vargas, el cantor emblemático de la orquesta de Ángel D'Agostino.

Nació en el porteño barrio de La Paternal y residió sus últimos años en Mar del Plata, la bella ciudad balnearia, distante a 400 kilómetros de la Capital Federal.

Su trayectoria artística comienza en 1947 en la localidad de San Miguel, Provincia de Buenos Aires, con la formación de Nicolás Lanzoni. Compartiendo los cantables con Osvaldo Medina, un correcto cantor de la zona.

Luego, dos años más tarde, se incorpora al Cuarteto Espectacular Buenos Aires que dirige Alejandro Scarpino, el creador de “Canaro en París”. El mismo estaba integrado por su director en bandoneón, Roque Di Sarli al piano, José Pedro Castillo en violín–corneta y Mario Canaro en contrabajo. Actúan en el Tango Bar de la calle Corrientes.

Entre los años 1951 y 1957, sucede lo más trascendente de su carrera artística cuando se incorpora a la nueva orquesta de Ángel D'Agostino, compartiendo el escenario con los vocalistas Tino García y Ricardo Ruiz, el consagrado cantor de Osvaldo Fresedo, quien tuvo un paso efímero pero que nos dejó un registro memorable: “Cascabelito”. La agrupación contaba con doce músicos y D'Agostino dirigía desde el piano.

Con el maestro llega al disco en diez oportunidades, una de ellas en dúo con García, “Tiento crudo”, de Víctor Braña y letra de Enrique Gaudino, el mismo autor de “San José de Flores”. A nuestro gusto se destacan: “Polvorín”, “Se llamaba Eduardo Arolas”, del propio D'Agostino con Enrique Cadícamo y “Mi distinguida pebeta”, de Juan José Guichandut y Horacio Sanguinetti.

A fines de 1957, se retira de la orquesta y, por el lapso de un año, se incorpora al conjunto del bandoneonista Graciano Gómez, haciendo dúo con la cancionista Elena Maida, aquella que fuera vocalista de Enrique Mora y que luego formara rubro con Enrique Campos. Con esta formación hace dos grabaciones.

En 1959, ambos vocalistas se incorporan al conjunto del violinista Víctor Braña. Rubén produce tres registros, uno de los cuales es una curiosidad, el bolero “Nuestro juramento”, de Benito de Jesús, en tiempo de tango. Además, es convocado para integrar la orquesta estable del Canal 7 de televisión.

Finalmente, arma su propio conjunto al que llamó Rubén Cané y su TBC del Tango, integrado por Aníbal Arias en guitarra, el pianista Rubén Milton y El Negro Picton en contrabajo. Graba un disco, de un lado “Tan sólo un loco amor” y en el acople, “Quiero verte una vez más”. En esos difíciles años para el género, parecía que este sería su último intento. Pero no fue así.

En abril de 1991, reaparece cantando en el conjunto Son del Sur, junto al bandoneón de Walter Rey y la guitarra de Hugo Pardo. Los arreglos tienen reminiscencias del cuarteto de Alejandro Scarpino. Con este acompañamiento, vuelve al disco con diez temas, entre los cuales se destacan el vals “Añoranzas” y el tango “Más sólo que nunca”.

Desde el año 2003, integró la Orquesta Estable del Teatro Colón de Mar del Plata. Participa en los espectáculos organizados por la Compañía Musical Tango Bravo Club de Daniel Canales, uno de ellos, Los duendes de Fresedo y D'Agostino, que se presentó en el Café Tortoni en 2004, junto al cantor Armando Garrido, fallecido el en agosto de 2006.

Con la misma compañía, integra como invitado especial el elenco de Los duendes del arrabal, en el Café Orión de Mar del Plata.

Fue galardonado por el Museo Manoblanca de Pompeya con la mención de la Orden del Buzón, en reconocimiento a su larga trayectoria en el tango.

Este arquetipo del porteño, siguió cantando y deleitando a los amantes de nuestra querida música ciudadana hasta sus últimos días. Resulta obvio el porqué de este humilde pero merecido homenaje que le hacemos desde Todo Tango.