Por
Federico García Blaya
| Ricardo García Blaya

ació en una época en la que el rock era la música de los jóvenes. Su adolescencia comienza, prácticamente, al mismo tiempo que aparece “La balsa”, ese hito del rock nacional.

Se crió en el barrio de Saavedra, en una casa compartida por cuatro familias, un solo baño y un patio en común. En una charla nos confesó que eran muy pobres. Su mamá era gallega y el papá, criollo, de la provincia de San Luis.

Su primer vínculo con el tango fue a raíz que en esa casa vivía también María Nieves. Ella bailaba tangos en el patio, que era la música de fondo de todos los días.

«Del rock me gustaban Moris, Pedro y Pablo. Yo cantaba y componía con la guitarra. Decían que mi rock era tanguero. Éramos una generación que escuchaba mucha música, jazz, folclore, clásica y tango. Mercedes Sosa y Astor Piazzolla estaban dentro de mis preferidos. Hasta que un día descubrí el disco A Homero de Susana Rinaldi y me mató, sobre todo por las letras de Homero Manzi.

«Simultáneamente, aparece “Balada para un loco”, y yo me dije esto es lo que me gusta. Horacio Ferrer tiene cosas maravillosas, incorporó una voz novedosa que nos dijo que está todo permitido. ¿Alguien podría haberse imaginado la temática de “Canción de las venusinas” en un tango?»

Admirador penitente de Homero Manzi y Enrique Santos Discépolo, luego hizo todo el recorrido de los grandes: Celedonio Flores, Enrique Cadícamo, José María Contursi, Homero Expósito, Cátulo Castillo y Alfredo Le Pera.

En 1978, después de nuestro Campeonato Mundial de Fútbol viajó a España donde se estableció y trabajó de artesano. A su regreso en 1984, volvió a la casa de sus viejos en Saavedra.

Al año siguiente, se presentó en un certamen de letras y de canciones organizado por la Universidad de Belgrano y el sello Melopea. Como premio, las seis letras seleccionadas eran musicalizadas por músicos renombrados y las músicas ganadoras recibían letras de poetas consagrados. Su tema estaba entre ellas y se la dieron para musicalizar a Lalo de los Santos. Era una canción muy porteña y tanguera. Con esos 12 temas se hizo un disco longplay.

«A partir de ese momento, empecé a escribir mucho y ya tenía decidido que lo que más me gustaba era el tango. En su mayoría, escribía letras para ser musicalizadas».

Cuando le preguntamos como elaboraba una letra, explicó: «En general me vinculo con los músicos y ya sea sobre una música de ellos o por una letra mía, convenimos hacer algo. A veces, voy escribiendo y pienso en un músico para esos versos».

Desde su vuelta, con una mano atrás y otra adelante, siguió con su oficio de artesano en una feria en Belgrano, también, periodista barrial. En 1997, otro concurso, le dio un fuerte impulso.

La revista La Maga realizó un certamen con una interesante consigna, “Un tango a mi barrio”. Los tres primeros lugares tenían como premio que los musicalizara un artista importante. Fue uno de los ganadores y Raúl Garello eligió su “Fantasma de luna”, donde Raimundo habla de su querido Saavedra. La canción fue grabada el 24 de abril de 2001 por Garello con la voz de Hernán Salinas.

Respecto de su obra señalaremos parte de ella. Con Garello: “Fantasma de luna”, “Danza invisible”, “Las manos de Horacio”. Con Carmen Guzmán: “Soy de un lugar”, “Los artistas”. Con José Ogiviecki: “Corazones tiernos”. Con José Teixidó: “Tango y mugre”, “El tiempo puro cuento”. Con Marcelo Saraceni se inició y es con el que más temas hizo, alrededor de 40, “Balas de salva” es muy interesante, pero creo que no fue grabado. También, puso versos a tangos de Héctor Dengis y Sacri Delfino, entre otros.

«Yo fui de las primeras generaciones de periodista que estudió la carrera. Mi diario La Luna de Saavedra era mensual y duró 10 años. En el primer número le hice un reportaje a Roberto Goyeneche».

Considera que hay una nueva generación de letristas que es muy variada, con voces distintas. Entran en esta categoría, los que reconocemos rápidamente por su modo de escribir. Algunos más tradicionales, algunos más poetas, algunos más metafóricos y otros más lunfardescos. Reconoce, entre otros, a Ernesto Pierro, Alejandro Szwarcman, Bibi Albert, Adrián Abonizio, Marta Pizzo, Acho Estol, Patricia Ferro Olmedo y a los cantautores María José Demare, Claudia Levy y Alfredo Rubín.

«La letrística nueva va llegando paulatinamente al disco por los artistas jóvenes. Un material interesante es el doble de Guillermo Fernández, De gitanos y tangueros, con casi todos temas nuevos, la música le pertenece y versos son de Luis González».

Sobre su tango “Las manos de Horacio”, le preguntamos ¿por qué las manos?, y nos respondió: «A Ferrer le tengo un aprecio particular. Le dediqué ese título sin una explicación racional, es una metáfora que pretende ser original, quise hacer algo distinto y me gustó la imagen poética».

Pero luego vuelve a los grandes y confiesa: «A Manzi lo sigo descubriendo y me sigue deslumbrando. Hay cosas que hizo Discépolo que son historias muy difíciles de escribir y, más aún, para construir un tango». Pone como ejemplo “Uno”, por sus versos tan dolorosos. Y remata: «Últimamente, me entusiasmo con Cátulo».

Actualmente, es docente de un curso de letrística, en el Programa Cultural en Barrios, del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Se dicta desde hace 7 años en el barrio de Colegiales, donde se le da mucha importancia a la base teórica, a la técnica de la canción, a la retórica y a la poesía. «En ese programa yo empecé con talleres de periodismo. Un día propuse este curso, confiaron en mí y se acabó aquello».

«A los alumnos les enseño sobre el jazz, el folclore, el tango y les presento los grandes poetas de todos esos géneros, Armando Tejada Gómez, Jim Morrison, Joan Manuel Serrat, Homero Manzi».

Escribió libros de poemas Ciudad Malvón (1977); A pesar del mar (1985) y Todo es agua (2004), uno de relatos, ilustrado por el plástico Mauricio Nízzero, La leyenda de Tzébor y una obra musical, El callejón del siglo.

Entre 1999 y 2002, creó y editó la revista literaria virtual Encuentro de los Lunes, que se distribuía semanalmente por correo electrónico a más de 20 países de América, Europa, África y Asia.

Y entre otros galardones ganó: en 2002, el Primer Premio Certamen de tangos «Hugo Del Carril», de la Secretaría de Cultura del Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, en la categoría tangos inéditos, con “Soy cantor [b]”; en el 2004, el Primer Premio en el Certamen de Tango del Fondo Nacional de las Artes, en el rubro Vals, con “Historia de amor con parque”. También ganó en el rubro Milonga, con “Milonga de los arroyos” y fue Primera Mención, en el rubro Tango, con “De los puertos”.

Por último, algo para destacar, síntesis del amor a su barrio, es hincha de Platense y jugó al fútbol en sus divisiones inferiores.