Feliciano Brunelli

Nombre real: Brunelli, Félicien
Seudónimo/s: Jean Bontamps
Acordeonista, pianista, director y compositor
(7 febrero 1903 - 27 agosto 1981)
Lugar de nacimiento:
Marsella (Bocas del Ródano) Francia
Por
Emilio J. Pichetti

ue compositor e intérprete de tangos, milongas, valses, candombes, rancheras, pasodobles y otra cantidad de ritmos diversos que le dieron la inmensa popularidad que disfrutó a lo largo de casi 40 años y, nada menos que 763 temas grabados, casi todos para el sello RCA-Victor.

En la casa central de esa discográfica, en Estados Unidos, su foto figura enmarcada junto a la de otros músicos, distinguido por estar entre los diez que más dinero había aportado a la empresa.

Nació en Marsella, Francia, pero era hijo de italianos. Su padre era afinador y luthier de acordeones. En 1908, se mudaron a la Argentina, aparentemente por motivos comerciales, precisamente a la ciudad de Rafaela, en la provincia de Santa Fe.

Muy pronto comenzó a estudiar piano con el profesor Luis Ricci y, aún adolescente, ya dominaba su técnica y, por supuesto, también la del acordeón, en este caso con lecciones impartidas por su padre de quien heredó, gracias a su excelente oído, los secretos de la afinación.

Desde muy joven se presentaba en cafés y salones como pianista acompañante y, pronto, se reunió con un par de amigos para realizar giras por los pueblos cercanos. Su padre le dijo una vez y él no lo olvidó: «Mirá, si bien el piano puede ser tu instrumento del futuro porque sos estudioso y buen intérprete, el acordeón puede llegar a ser tu pan». Y así ocurrió.

Reconocido en sus pagos, por alguna recomendación, le propusieron grabar para el sello Odeon como solista. Entre 1928 y 1930, dejó una serie de registros donde se destacan los tangos: “Por mal camino”, “Esclava rica”, “El gran triunfo”, “Aquel palquito” y “Cuidado con la morocha”, todos de su autoría y que no trascendieron.

En 1933, encaró una nueva etapa en su vida y fue el inicio de su popularidad. Por su pueblo estaba de paso Elvino Vardaro, quien trabó amistad con Feliciano y se lo llevó a Buenos Aires. Por cierto lapso vivió en la casa de la familia de Elvino. Fue en su cocina donde compuso el después famoso vals “Ilusión de mi vida”, que en la partitura dedica a Margarita Vardaro, hermana de su amigo. Se pensó que pudo ser la inspiradora, pero nada de eso. El título fue sugerido por el novio de la joven, según Osvaldo Vardaro, sobrino y habitante de la vivienda.

Fue en ese tiempo que se constituyó el conjunto Feliciano Brunelli y su Cuarteto Criollo, junto a Vardaro (violín), Vicente Spina (guitarra) y Vicente Fertonani (segundo acordeón) quien años después dirigiera la Orquesta Característica Continental. Actuaron en los palquitos del Café Lombardo y de El Nacional, hasta que ocurrió un hecho que demostraba su personalidad y confianza.

Un día, concurrió sin invitación previa a dar una prueba a la casa Victor, seguramente al enterarse que era un acordeonista quien la solicitaba, instrumento sin arraigo popular hasta entonces, fue rechazado sin ser escuchado. Como llevaba el instrumento consigo se puso a tocar en los pasillos de la grabadora. Llamó la atención de todos, incluidos los directivos. Al día siguiente, 9 de septiembre de 1933, grababa con el cuarteto cuatro temas de su autoría: los valses “Ilusión de mi vida” y “Sueño mío”, la ranchera “La enana”, y el tango “En la vía y bien varao”.

Casi de inmediato fue reclutado por Radio Splendid. Luego, creó el Cuarteto del 900, siempre con Vardaro pero con Brunelli al piano, Aníbal Troilo y Enrique Bour (flauta) que también ofició de representante. Actuaron en Radio Mitre y sólo grabaron dos temas: “Amalia”, mazurca de Brunelli y Vardaro, y el tango “El pillete”.

A partir de entonces, formó su orquesta característica de 15 músicos e incorporó sus primeros cantores, Oscar Valeta y Fernando Torres y enseguida, Alberto Radamés. Lo de característica era para singularizar un conjunto que interpretaba todos los ritmos musicales. Jaime Yankelevich, de gran olfato para detectar éxitos, lo contrató para Radio Belgrano, allí trabajó durante 25 años.

Es imposible enumerar todos los sitios donde se presentó. Su estilo consiguió la aceptación a lo largo de todo el país y sus éxitos más destacados se escuchaban por las radios permanentemente, a tal punto que era imposible que uno no se aprendiera por lo menos los estribillos de las letras. Los pibes y los ya adolescentes las incorporaban al habla cotidiana, ya como una nota de humor o un canturreo habitual.

Los que éramos chiquilines en los cuarenta, supongo que aún recordamos aquello de: «Cae, cae, no se puede levantar...», «Se va el caimán, se va el caimán, se va para Barranquilla...», o aquella vaca lechera que no era una vaca cualquiera porque daba leche merengada. Y mucho tiempo después, aquello de «Deben ser los gorilas, deben ser», en colaboración con Delfor para su éxito radial La Revista Dislocada.

Ya en sus últimos años, en la década del 60, pasó a grabar al sello Music Hall e incluyó tres acordeones electrónicos fabricados a su pedido por la casa Honner, de Alemania.

En 1964, retornó al sello Victor con orquesta y un nuevo cuarteto dirigido por su hijo Carlos. Sus últimas grabaciones datan de 1966: el tango “Jueves”, la milonga “Campo afuera”, los valses “Serenata campera” y “Palomita blanca”.

Fue uno de los fundadores de la Asociación de Directores de Orquesta, junto a Francisco Canaro, Héctor y Francisco Lomuto y Pedro Maffia.

Fueron muchos los vocalistas que integraron sus conjuntos, a los ya citados Valeta (el primero), Torres y Radamés, hay que agregar a Fernando Raymond, Héctor Juncal, Roberto Lescur, Roberto Morales (el que mas grabó, alrededor de 160 temas), Alfredo Luna, Renato Sormani (baterista de la orquesta) que, como Eberto Donizzetti, (trompetista), intervenían para poner una nota humorística, Omar Ceballos, Nino Veri, Dino Lotti y Carlos Duarte. Seguramente, faltan algunos otros de circunstancial aparición.

Son destacables sus dos versiones que de “La cumparsita”, la primera de 1949 y la otra de 1965. Y para terminar, recordemos que le pertenece el pasodoble “Amor gitano”, cortina musical del célebre Glostora Tango Club.

Durante su carrera tuvo algunos seguidores e incluso, imitadores de su estilo, pero al retirarse, ese modo sencillo y alegre de creación desapareció por completo.

Basado en una nota publicada en Cuadernos de Difusión del Tango.