Roberto Videla

Nombre real: De Tomaso, Antonio Genaro
Cantor
(16 diciembre 1924 - 1 enero 2005)
Lugar de nacimiento:
Buenos Aires Argentina
Por
Néstor Pinsón

uando al amigo, un veterano cantor, le pedí una opinión sobre Videla —con quien había compartido carteleras allá por los años cuarenta—, ladeando la cara y poniendo un gesto de labios apretados, dudando un momento, me contestó: «Era un lindo pibe, medio rubiecito... ahora, como cantor... correcto. Le faltaba personalidad para el tango».

Y fue muy acertada la respuesta, pues siguiendo los pasos de su carrera, apenas unos años se dedicó enteramente al tango, género que cambió por un repertorio internacional que, finalmente, lo llevó a dejar el país a partir de 1958 y por el resto de su vida. Hubo sí, muchos regresos breves que no tuvieron que ver con lo artístico.

Como entonaba bien y le gustaba cantar desde pequeño, su padre lo alienta a estudiar con un profesor. Solamente fueron dos años, hasta cumplir los doce. Otras preocupaciones propias de la edad le atrajeron también. Fue el número musical obligado en las fiestas escolares y reuniones diversas.

Su primer trabajo fue a los dieciocho años cantando para la ignota Orquesta Típica Ritmo, dirigida por José Bova. Sirvió como experiencia, fue su primer escalón, y para la circunstancia, utilizó el seudónimo de Humberto Rey.

En 1944, llegó el servicio militar, pero previamente sube un segundo escalón al incorporarse al conjunto de Juan Carlos Caviello, con el cual se produjo su debut en radio, fue en LR2 Radio Argentina. A lo largo del año también se presentó por breve tiempo con Edgardo Donato, primero, y con el conjunto del soberbio violinista Raúl Kaplún, después. También hubo una gira por ciertas ciudades del país con el cuarteto de Enrique Mora.

Después de cumplir con la milicia, un amigo lo presentó a la orquesta de Ricardo Tanturi, tras la prueba de rigor fue aceptado. Enrique Campos, que había ocupado el lugar de Alberto Castillo, llevaba más de dos años aguantando solo los cantables y fue él mismo quien solicitó al director un cantor más.

El debut fue en Radio El Mundo, lo interesante fue la fecha de ese estreno: 17 de octubre de 1945, a las 21 horas, una fecha histórica para la Argentina. Su primera grabación fue junto a Enrique Campos, el vals “Tu vieja ventana” (agosto de 1946). Ya tenía su nombre artístico definitivo obtenido por un concurso realizado con el público oyente. Se despide del disco con Tanturi, el 25 de junio de 1948 con el vals “Dos que se aman” y el tango “Campeonato”, de Tanturi y Reinaldo Yiso.

Poco a poco, se fue alejando del tango. Grabó dos temas con Enrique Rodríguez, un vals y un foxtrot. En forma casual se relacionó con el cultor de temas paraguayos Herminio Giménez quien le propuso una grabación con su orquesta sinfónica. Hizo una canción del cantor habitual del conjunto, un tal Horacio Rodríguez, con el tiempo convertido en Horacio Guarany. También grabó varios temas acompañado por la orquesta de Fraga Jouvet, director de conjuntos estables de radio, ninguno del género tango.

Dedicado por completo al género melódico, incluso cantando en italiano e inglés, en 1958, partió a los Estados Unidos. De sus primeros pasos en el extranjero obtuvimos una serie de recortes de diarios, de julio y octubre de 1959, así nos enteramos de sus iniciales actuaciones en el restaurante italiano In Boboli, en Nueva York, donde permaneció varios años. Su propietario era un destacado pianista y director de orquesta, Aldo Bruschi.

Además cantó en hoteles y restaurantes de Boston, New Jersey, Filadelfia, Miami; más tarde en Puerto Rico —donde lo llamaron El trovador de América— y Panamá. Compartió un espectáculo junto a Xavier Cugat y su cancionista de entonces: Dulcina.

En 1990 volvió a la Argentina con la idea de trabajar y quedarse, pero no pudo ser y retornó a Norteamérica.

Queda claro y es loable, que sin llegar a ser una figura de primera línea, arremetió con todo y tuvo una trayectoria digna haciendo lo que hizo toda su vida: cantar, su vocación de siempre. Fue un trabajador del espectáculo y el canto.

Nos resulta imposible rastrear los discos que grabó en cada ciudad que visitó. Sabemos que suman un importante número. Pero nos queda el testimonio de los 29 títulos que nos dejó con Ricardo Tanturi, para nosotros, su etapa dorada.