Celia Gámez

Nombre real: Gámez Carrasco, Celia
Cancionista
(25 agosto 1905 - 10 diciembre 1992)
Lugar de nacimiento:
Buenos Aires Argentina
Por
Guadalupe Aballe

ue la reina de la revista española, la vedette criolla que se impuso en España aireando su silueta por los teatros más importantes. Cantó con estilo personal y fue una mujer carismática, la preferida de los aristócratas y los militares en sus noches de farra, también del hombre común que la veía como algo inalcanzable. Triunfó en todas las etapas de la vida política de España: la monarquía, la república y el franquismo. Curiosamente, durante la dictadura de Franco no tuvo problemas. Por ello, algunos la consideraron afín con el régimen, aunque sinceramente, no creo que tuviera en su cabeza ningún tipo de pensamiento ideológico o político.

Más bien, su vida privada era la contrafigura del modelo de mujer que proponía el franquismo. Su desenfado, sus amantes, sus insinuaciones lésbicas, los escándalos, no constituían el modelo femenino imperante en esos tiempos. Sin embargo, todo esto no perjudicó su carrera ni la admiración del público español. Fue una diva intocable.

Era porteña, había comenzado su carrera en las tablas cantando tangos. Hasta que en el año 1925 llegó a Madrid y la capital española la adoptó como hija propia. La arropó, la amó, la llamó Doña Celia o simplemente La Celia; y le dio el lugar privilegiado que se reserva solamente para unos pocos.

Grabó diversos tangos entre los cuales recordamos “Pato”, “Cicatrices”, “La cumparsita”, “Un tropezón”, “La cieguita”, “Trago amargo”, “Noche de reyes”, “A media luz”, “Mi caballo murió”. Hay una anécdota suya vinculada con su tarea discográfica, que muestran su chispa y espontaneidad. Se encontraba registrando un disco de prueba con Faustino Bretaño y comenzaron a hacerse bromas entre ellos diciendo chistes tan graciosos que, posteriormente, el responsable de la grabación les pidió que lo repitieran en el disco definitivo, pero no salió igual y aunque lo intentaron varias veces no resultó como la primera vez.

Su fuerte fue el género revisteril, tuvo compañía propia. Su gran éxito fue la obra picaresca Las Leandras, de González del Castillo, Muñoz Román y Francisco Alonso. Esta revista se mantuvo más de dos años en cartel, representándose ininterrumpidamente por toda España y Celia, aclamada hasta entonces en todos los escenarios que había pisado, fue elevada definitivamente a la categoría de mito nacional. El público la hizo suya y fue para siempre La Celia.

Reina indiscutible durante la década del cuarenta, interpretó comedias musicales con los mejores coreógrafos, decoradores y escenógrafos de España. Cantó con gracia tangos, cuplés y schotis. Y no deja de ser curioso su éxito, ya que no era una belleza extraordinaria, ni tenía una gran voz, tampoco era una bailarina consumada, pero irradiaba una personalidad y un magnetismo que llenaba la escena y hacía vibrar a sus admiradores.

En su larga trayectoria no estuvo ausente el cine. Hizo varias películas: Murió el Sargento Laprida (1937), El Diablo con Faldas (1938), Rápteme Usted (1940), Las Leandras (1969), Mi Hijo No es Lo que Parece (1974), El Bromista (1981).

Existe una anécdota escandalosa relacionada con el día de su boda. En 1944, se casó con un médico, José Manuel Goenaga, en la Basílica de los Jerónimos de Madrid. En la escalinata del templo esperaban un gran número de personas con flores en sus manos. Estaban dispuestos a homenajearla, a aclamarla. Pero llegó el escándalo. No toleraron verla vestida de blanco y en una reacción exagerada, parte del público intentó quitarle el vestido. Celia estaba del brazo de su padrino el general Millán Astray —de quien se decía que había sido su amante—, quien gritó: «¡A mí la legión!» y los legionarios presentes respondieron protegiendo a los novios, entrando con ellos a la iglesia y sacándolos luego por una puerta trasera.

Por supuesto, el matrimonio duró muy poco tiempo. Mientras tanto, la carrera artística de Celia no tuvo altibajos y continuó trabajando de forma interrumpida hasta aproximadamente el año 1966.

Un viaje a París, donde se instalaron por un tiempo con una nueva pareja, Paco Lucientes (periodista, ex director del diario Informaciones de Madrid), para luego retornar a Madrid y al teatro. Pero ya no era lo mismo y entonces decidió regresar a Buenos Aires, a su patria. Pero en lo íntimo de su corazón nunca olvidó a su amada España —que tanto le había dado— y volvió varias veces. Siempre fue bien recibida. Aún hoy, el pueblo español la considera una artista de la talla de Amalia Molina o Pastora Imperio.

Y llegó el final. El mal de Alzheimer hizo presa de ella y la diva pasó sus últimos días internada en un hospital geriátrico de Buenos Aires. Murió a los 87 años y fue inhumada en el Panteón de Actores, en el Cementerio de la Chacarita.