Por
Sonia Ursini

ació en Buenos Aires, en las cercanías del Mercado del Abasto. Desde los seis años estudió piano y música. Y como tantos otros pibes que luego hicieron su trayectoria en el tango, ganó el primer dinero con los pantalones cortos en el cine, ilustrando musicalmente las películas mudas.

Ya transitando el comienzo de la adolescencia recaló en un cafetín, El Gato Negro, de Corrientes y Leandro Alem. Más tarde ingresó en la orquesta de Juan Puey. Y fue el organista de la iglesia San Antonio, de Villa Devoto.

A los 18 años ingresa a Radio Belgrano. Más tarde transitó Excelsior, Prieto, Stentor, como solista e integrando los conjuntos acompañantes de los cantores.

El jazz, la música brasileña, el folclore, todos los ritmos despertaban su curiosidad, también los grandes nombres de la música clásica. A los veinte años, su primer golpe de suerte, lo escuchó Roberto Firpo que tenía el Cuarteto de la Guardia Vieja y, al mismo tiempo, la orquesta y fue contratado. En el cuarteto, el piano lo tocaba el maestro y en la orquesta, Horacio. Fue en esta época que realizó su primer arreglo a pedido de Miguel Caló: el tango de Francisco Canaro, “Los indios”. Luego integró un trío en Radio El Mundo desde el órgano, junto a Carlos García (piano) y Bernardo Stalmann (violín).

Integró la orquesta de Alberto Cima y, en un oportunidad, un músico de jazz holandés lo escuchó tocar su tema “Choro en Fa” y lo presentó, a fines de 1942, a la grabadora Simar, allí graba su primer disco.

Su primera orquesta la tuvo en 1944. Al respecto, confesó: «La idea de formarla está integrada de alguna manera a la composición. Empecé a componer porque quería hacer un tango de una manera determinada. No con la idea de ser compositor, sino con la de tocar tangos como a mí me gustaba. Lo mismo sucedió con la orquesta. Como a mí me gustaba interpretar tangos a mi manera, la única forma era teniendo mi propio conjunto, entonces la armé. Hay gente que le gusta ser director de orquesta, pero a mí me interesó mi vocación pianística. Sin ninguna intención de crear nada».

Un crítico musical francés, escribió en Le Monde, de París: «Las orquestas dirigidas por Salgán de los años 1944 a 1957, amplían la forma tradicional del tango, profundizan el sentido rítmico y le agregan un toque negro, crean un nuevo tipo de tanguismo profundamente arraigado a su música, pero receptivo a Bartok, Ravel, el jazz y la música brasileña».

Muchos de los componentes de sus formaciones han sido músicos trascendentes: Marcos Madrigal, Roberto Di Filippo, Ismael Spitalnik, Toto D’Amario, Ernesto Baffa, Leopoldo Federico (bandoneonistas); Ramón Coronel, Holgado Barrios, Víctor Felice, Carmelo Cavalaro (violines); Hamlet Greco (contrabajo). También, grandes cantores: Edmundo Rivero, Carlos Bermúdez, Oscar Serpa, Héctor Insúa, Jorge Durán y el hoy ignoto Lucio Tabárez, en la primera época y luego, Ángel Díaz, Horacio Deval y Roberto Goyeneche. Aquella primera orquesta estaba formada por cuatro bandoneones, cuatro violines, viola, cello, contrabajo y piano, más la voz del cantor.

El director artístico de Radio El Mundo le dijo a Salgán que la orquesta era rara y el cantor imposible. Y tenía razón. Ambos se habían adelantado en el tiempo. Salgán era un músico para músicos y la voz de Rivero parecía salir de las entrañas de la tierra. Pero los locales tangueros lo fueron aceptando de a poco, es cierto. El conjunto se presenta en El Germinal, El Nacional, El Marzotto, Tango Bar, el Novelty y muchos otros. En esa primera etapa hasta 1950, no llegó al disco. Algunos temas de su repertorio eran: “Ojos negros”, “Shusheta”, “El Marne”, “Racing Club”, “Sueño azul”, “Trenzas”, “Sus ojos se cerraron”, “La uruguayita Lucía”, “Margarita Gauthier”, “Rosicler”, “Sueño querido”.

La aventura de tener orquesta propia duró hasta 1947, sin grabar ni tener mucha repercusión popular. No obstante, su aparición, más allá de algunos éxitos instrumentales y la presencia de Rivero, consiguió hacer ingresar en el tango un hálito de vida distinto.

Salgán se dedicó a la composición y a la enseñanza y, en 1950, retornó al frente de un nuevo conjunto. Ocurrió en Radio Belgrano y tuvo buena recepción. En el año 1957, se suceden las actuaciones, giras, numerosas presentaciones públicas y por fin los discos. El primero con dos instrumentales: “La clavada” y “Recuerdo”. Aparte de los vocalistas Ángel Díaz, Horacio Deval y Goyeneche cabe agregar a Héctor Ortiz y Mario D’Elia para unos programas en Radio Splendid.

Salgán observó antes que otros, que el esplendor del tango empezaba a palidecer. Los locales habían reducido sus presupuestos y los conjuntos a disminuir sus componentes. Fue drástico y terminó para siempre como conductor de sus propios conjuntos. Los apremios económicos lo llevaron a trabajar como pianista en la confitería New Inn, donde se encuentra con Ciriaco Ortiz y forman un dúo. Poco después, los dueños de aquel lugar inauguraron Jamaica, en Paraguay y San Martín, allí se conoce con el guitarrista Ubaldo De Lío. El nuevo rubro ensambló a la perfección y despertó la admiración del público, que pronto se tradujo en éxito. Las actuaciones se multiplicaron y grabaron discos.

Nuevamente el azar le dio una mano. Estaban trabajando en el restaurante del Automóvil Club, allí también se presentó otro dúo, el de Francini con el contrabajista Rafael Ferro. Un amigo común, el escribano Santiago Landajo, les propone unirse, se prueban de sorpresa y el público los anima a seguir, pero faltaba un instrumento más, el bandoneón. Ya decididos a formar un quinteto van a la búsqueda de un instrumentista. En la confitería Richmond era habitual la presencia de Pedro Laurenz, que iba a escucharlos. No tenía orquesta y hacía tiempo no se lo escuchaba. Lo invitaron a tomar un café y allí le propusieron unirse a ellos. Por primera y única vez observaron quebrarse la habitual seriedad de Laurenz.

Así nació el Quinteto Real, que debutó a comienzos de 1960 en Radio El Mundo con el padrinazgo de Aníbal Troilo y presentados por Antonio Carrizo. Al año siguiente Quicho Díaz reemplaza a Rafael Ferro. Giras permanentes, varios viajes a Japón y Europa y el ansiado éxito que duró diez años. En forma paralela, siguió presentándose con De Lío, acompañados al piano por Carlos García e incluso con el agregado del folklorista Adolfo Ábalos.

En 1969, se unió a ensayar y practicar con su colega Dante Amicarelli. Por puro placer hacen música durante cuatro años. Dante provenía del jazz, fue pianista de Eduardo Armani y era arreglador y músico estable de Radio Belgrano. Se abocaron a la enseñanza y fundaron un Instituto de Estudios Musicales, también tuvieron tiempo de grabar dos discos para el sello Philips: Dos virtuosos del piano y El bosque mágico. Ambos contenían diversos ritmos con temas muy elaborados.

Años mas tarde, a pedido de un sello japonés armó nuevamente el quinteto con el rótulo de Nuevo Quinteto Real. Estaba compuesto por Salgán, De Lío, Leopoldo Federico (luego reemplazado por Néstor Marconi), Antonio Agri y Omar Murtagh.

Sus temas más importantes: “Del 1 al 5 (Días de pago)” (1944), “Don Agustín Bardi” (1947), “Entre tango y tango” (1953), “Grillito”, “La llamó silbando”, “Cortada de San Ignacio” (milonga), “A fuego lento”, su título de mayor repercusión popular. Los valses: “A una mujer” y “En tu corazón”, “Motivo de vals”, que nació de una contramelodía que realizó durante un arreglo a “Llorarás, llorarás”, de Hugo Gutiérrez. Cuando lo escuchó Carlos Bahr, dijo: «Ahí hay un motivo de vals.», finalmente le puso letra.

Como final, un brevísimo perfil de su personalidad: «En su trato habitual es cordial y sencillo. Se muestra naturalmente espontáneo y maneja hábilmente, un luminoso sentido de humor que le ha granjeado simpatías de amigos y público. Ocurrente, en sus bromas sobrio y medido. Mantiene con los demás un límite tan preciso como amable y respetuoso».

Extraído del libro: Horacio Salgán: la supervivencia de un artista en el tiempo. Ed. Corregidor, 1992.