José De Grandis

Nombre real: De Grandis, José Pedro
Letrista, violinista y compositor
(27 febrero 1888 - 3 diciembre 1932)
Lugar de nacimiento:
Buenos Aires Argentina
Por
José Gobello

o es mucho lo que se sabe de este violinista, fallecido muy joven en Buenos Aires. Luis Adolfo Sierra me dijo que, entre otros conjuntos, actuó en los dirigidos por Roberto Goyheneche, Enrique Pollet, Graciano De Leone, Juan Bautista Deambroggio (Bachicha) y los hermanos José Servidio (Balija) y Luis Servidio.

«No fue un ejecutante destacado —expresa Sierra—; casi siempre segundo violín. Y lo más lamentable, para complicar nuestras intenciones de rescatarlo conceptualmente como letrista, es que a las letras que escribió no les dio importancia. Según me refirieron quienes estuvieron cerca de él, eso de ponerle letras a ciertos tangos que le gustaban era una simple travesura intrascendente; algo así como quien realiza caricaturas con un lápiz sobre el mantel durante la sobremesa».

El tango más recordable de De Grandis es “Amurado”, que data de 1926, de cuando los autores de la música, Pedro Maffia y Pedro Laurenz, tocaban el en sexteto de Julio De Caro.

En 1928, compuso las letras para sendos tangos de Agustín Bardi, “Adiós pueblo” y “Cachada”. De ese año es también “Aquel muchacho triste”, que lleva música de él mismo, “Cotorrita de la suerte” es anterior, lo estrenó Carlos Gardel grabándolo, en Barcelona, el 16 de diciembre de 1927.

En realidad fue un letrista modesto, en cuyos versos se congregaban todos los lugares comunes característicos del género que cultivó. Su presencia en una antología está justificada, empero, por las estrofas de “Amurado”, donde aquellos lugares son delicadamente decantados por el poeta. Sin dudas, embellece esos versos la música de Maffia y Laurenz, mucho contribuyó a difundirlos la memorable interpretación que Agustín Magaldi hizo para el disco, el 10 de septiembre de 1927.

Sin embargo, aún sin tales complementos, figurarían con honor en una galería de la poesía popular urbana, donde no deslucirían, la economía de la expresión ni de la emoción —no exenta de reminiscencias de Pascual Contursi y de Celedonio Flores— que trasciende a la vez de la letra y de la descripción del ambiente.

Quiero anotar, además, dos metáforas: «una tarde más tristona que la pena que me aqueja» y «pero llevo más en curda a mi pobre corazón», que no carecen de vigor y de cierta originalidad.