Por
Néstor Pinsón

ara hacer esta semblanza fui directamente a los expertos que conocieron a este gran músico rosarino y así, recopilé algunos interesantes testimonios sobre la figura del maestro.

Oscar Zucchi, el mayor investigador sobre el bandoneón y sus intérpretes, lo entrevistó en 1987 y, a partir de entonces, mantuvo con él una relación, asistió a varias de sus actuaciones como solista y, también, cuando se presentaba con su trío:

«Fue Antonio Ríos, junto a Julio Ahumada, el mayor bandoneonista que diera su ciudad. Discípulo de Abel Bedrune (un músico considerado el Canaro rosarino por su ganada popularidad), pero que fue más importante como docente que como instrumentista y compositor.

«Eduardo Rovira dijo que Ríos fue para él, el sonido del bandoneón en su estado de pureza y que junto a Alfredo Gobbi y a Orlando Goñi, constituyeron los últimos tres grandes intuitivos que dio el tango. Aunque en el caso de Ríos no sólo fue intuición. Estudió, fue un gran intérprete de música clásica y practicó la docencia, como ocurrió con Miguel Varvello a quien impartió sus conocimientos.

«Ríos consideraba al bandoneón como un instrumento integral, y que no sólo se debe al tango, sus posibilidades son mayores, mucho más ricas.

«Fue poseedor de una digitación precisa, sacando al instrumento un sonido sin distorsiones, lleno. Tocando con su rostro serio, pétreo, me brindaba una imagen imponente. Estático. Sólo el movimiento de sus dedos. Toda su expresividad surgía del sonido, sin necesidad de extroversiones físicas, patalear, despeinarse. Él, era todo solemne y majestuoso. Él y el instrumento eran una unidad. Además, su vida fue muy azarosa, muy triste. Nunca pudo apartarse de su impenitente bohemia y llevar una vida más o menos normal».

Julián Ortiz, el mismo que escribió sobre la famosa Pensión de la Calle Salta, librillo donde presenta breves biografías de los más destacados músicos que pasaron por La Alegría, verdadero nombre del hospedaje de Salta 321, escribió lo siguiente:

«A los 18 años ya está en Buenos Aires junto a dos colegas del instrumento, Deolindo Casaux y Guillermo Uría, los había requerido un cuarto rosarino, Juan Rezzano, para integrar su orquesta en formación. Pero como el debut no se concretaba, aceptaron el ofrecimiento de Cayetano Puglisi para presentarse en el Charleston Club de la calle Florida. El estribillista era Antonio Rodríguez Lesende.

«A partir de entonces, ya radicado en la pensión, integró conjuntos populares como el de Francisco Lauro en el Dancing Bambú, de Corrientes y Esmeralda, en la típica de Manuel Buzón, en Radio El Mundo, en las orquestas de Miguel Caló y Argentino Galván, en Radio Belgrano.

«Cuatro años mas tarde, Nicolás Vaccaro le confiere la responsabilidad de algunas orquestaciones y el primer atril en la fila de los bandoneones para actuar en el Dancing Novelty de la calle Esmeralda 473, una de las salas más amplias, modernas y elegantes de Buenos Aires. Compartían las actuaciones con la entonces famosa Jazz Savoy, del Negro Esteban, trompetista de consideración en la época. La gran orquesta a dos pianos con Emilio Barbato y Carlos Parodi, fue un verdadero suceso entre los asiduos concurrentes al dancing, siendo una de las mejores agrupaciones entre los años 1939/41, pero fuera de allí no tuvo repercusión popular por carecer de actuaciones radiales y grabaciones. Otros componentes fueron Julio Ahumada, Tití Rossi y Alberto San Miguel (bandoneones) y Víctor Scholz y Antonio Casanova (violines).

«Antonio Ríos pasó a ser, definitivamente, uno de los ejecutantes de sonido más armonioso, técnica depurada y expresividad netamente tanguera. Fue primer fueye en la esporádica orquesta de Orlando Goñi.

«En 1944, formó con arreglos propios, la orquesta que acompañó a Roberto Rufino para debutar en el Café Marzotto y en Radio Belgrano. Muy pronto dejó nuestra Capital para regresar a Rosario».

A su vez, el periodista e investigador rosarino, Gerardo Quilici nos cuenta:

«Hacia 1950, integra las orquestas locales de José Sala, Luis Chera y Los Grandes del Tango. Hasta que decide formar su propia agrupación con la que tiene presentaciones en las principales radios.

«En 1955, forma el cuarteto Los Poetas del Tango, con Antonio Agri (violín), José Puertas (piano) y Omar Murtagh (contrabajo). Tuvo breves retornos a nuestra ciudad para alguna actuación, destacándose la de 1970, cuando invitado por Astor Piazzolla participó en la grabación del tango “Recuerdos de bohemia”, con arreglos de Astor para cuatro bandoneones, junto a Leopoldo Federico y Rodolfo Mederos.

«Por entonces, comenzó la grabación de un larga duración con Roberto Grela, que debido a su inconstancia no llegó a grabarse íntegramente y cuyos temas tampoco se editaron.

«Incentivado por el Grupo Rosarino de Tango volvió a la actividad al frente de un trío, completado por el guitarrista Carlos Velázquez y José Ríos en contrabajo».

Ya fallecido, sus admiradores, con el apoyo del gobierno de la Ciudad de Rosario, editaron un disco que rescata parte de sus actuaciones y material que se procesó digitalmente. El mismo contiene las siguientes grabaciones: “Boedo”, “Tabernero” (ambos proceden de un acetato tomado de una de sus actuaciones en radio, a comienzos de la década del 50, con orquesta); con Los Poetas del Tango: “Lo que vendrá”, “Mal de amores”, “Amurado”, “Desorientado” (canta Raúl Encina), “Orgullo criollo”, “Griseta”; y, por último, registros que datan de 1981, de actuaciones en vivo con su trío o bien como solista: “Adios Nonino”, “Berretín”, “Clavel del aire”, “De antaño” (P. Laurenz), “Horas amargas” , “La cumparsita”, “Palomita blanca”, “Recuerdo”, “Ensueños”, “La calle 92” (Piazzolla), “Sentido único” (Piazzolla), “Vals de las flores” (Tchaikovsky), “Sin tacha” (Laurenz) y “La casita de mis viejos”.