Tita Vidal

Nombre real: Vidal, Herminia
Cancionista
(19 abril 1914 - 17 noviembre 1972)
Lugar de nacimiento:
Argentina
Por
Guadalupe Aballe

unca estuvo entre las grandes y hoy muy pocos recordarán su nombre. Pero junto a Tita Merello y Tita Galatro, la Vidal fue la otra Tita que los oyentes de los años 30 podían elegir a la hora de escuchar un tango.

Llegó a la canción por casualidad ya que su familia había pensado un destino muy distinto para ella, la común y burguesa meta de ser una ama de casa.

Huérfana de padre, desde muy niña, estudió en un colegio de monjas hasta los catorce años. Terminados sus estudios, su familia decidió que se casara y a la temprana edad de quince años contrajo matrimonio para satisfacer los deseos de su progenitora. Grave error, pues según palabras de la propia Tita, el matrimonio fue «una tragedia». La joven esposa, desafiando a su entorno, decide separarse a los seis meses de haberse efectuado la boda. Esta decisión fue muy mal vista por su familia que la consideró una afrenta a la moral y las buenas costumbres.

Entonces, toma otra determinación tan valiente como la primera si consideramos que aún era muy jovencita: buscar trabajo. Gracias a la recomendación de una amiga entró a una peluquería como aprendiz de manicura. Al mes se fue la titular y Tita quedó en el puesto.

Más tarde, dejó la peluquería para emplearse en un instituto de belleza como encargada. Su situación iba mejorando. Con el tiempo, puso su propio local de belleza y ella misma se ocupaba de hacer las manos, dar masajes faciales y ondular cabellos.

Su vida parecía encaminada, tenía trabajo, era independiente y podía solventarse; pero una faceta desconocida pugnaba por salir: su amor al canto. Y el anhelo de poder un día cantar tangos en la radio fue creciendo, hasta convertirse en una idea irresistible.

Las recomendaciones recabadas entre las señoras de su clientela hicieron realidad el sueño, debutó en una emisora como aficionada, es decir, sin percibir salario. Gustó y a las pocas semanas logró que le pagaran un sueldo de 90 pesos.

Al principio, Tita se ocupaba de sus dos tareas, el instituto y la radio, pero a medida que transcurría el tiempo, su actividad radial se hizo más intensa, motivo por el cual cerró el instituto para dedicarse por completo a su carrera como cancionista.

Poco a poco se fue haciendo de un nombre, de un público y mejoraron sus ingresos. Se dedicó también a la actuación. En 1933, trabajó en el Fémina como damita joven, pero la radio era su fuerte. Actuó en Excelsior, también en las emisoras Fénix y París. Gozó de una discreta pero merecida popularidad. Por ejemplo, en 1935, formó parte del elenco de artistas que trabajaba en Radio París junto a intérpretes de la talla de Ignacio Corsini, Miguel Caló, Adhelma Falcón y Agustín Magaldi.

La prensa destacaba cada uno de sus adelantos, elogiando sus progresos. En 1934 estuvo en un pleno período ascendente y en el concurso que organizó la revista Sintonía para elegir a Miss Radio, sacó más votos que Ada Falcón.

Su belleza tampoco pasaba desapercibida a los medios gráficos, que elogiaban reiteradamente los gestos y la sonrisa de Tita: «Su mirada es un punto suspensivo en el espacio, que hace que sus muchos oyentes queden también en suspenso ante su perfección física», publicó Sintonía en 1936. Era un justo elogio. También se explayó La Canción Moderna al decir sobre su sonrisa que «haría la felicidad de un propagandista de dentífrico».

Su carrera siguió su curso en forma modesta, hasta el día en que comenzó a menguar y desaparecer. En 1941, participó en el film La quinta calumnia pero ni siquiera figura en la ficha técnica de la película.

Hoy, Tita Vidal está absolutamente olvidada, pero sigue presente en aquellas viejas revistas de los años treinta donde podemos apreciar su belleza y obtener testimonio de su efímero momento de popularidad ya que nunca llegó al disco. Fue una modesta cancionista que tuvo su público, pero sobre todas las cosas, fue una de las tantas muchachas que contribuyó con su esfuerzo, a la difusión radial de nuestro tango.